Inés Casas es ceramista y artista. Nacida en Madrid pero profundamente arraigada a la Bahía de Cádiz, ha convertido su taller —el Espacio Creativo La Escalera— en un punto de encuentro entre arte, territorio y comunidad. Allí se modelan piezas de cerámica, pero también ideas, emociones y recuerdos. Su trabajo bebe del entorno: del estero, de los flamencos, de las mareas y de las voces que lo habitan.
En esta entrevista —más bien una conversación libre entre pinceles, barro y las plantas de su jardín—, Inés nos invita a recorrer con ella los caminos del arte y la naturaleza.

¡Hola Inés!, ¿Cómo llegaste a la Bahía de Cádiz?
Yo soy de Madrid. Llegué a Cádiz por genética, porque mi padre era gaditano, aunque no de la capital. Empecé la carrera en la Universidad de Cádiz, pero luego, por temas familiares, me trasladé a Sevilla. Volví seis años después con la intención de montar un centro de creación artística y una escuela. Y lo conseguí. Tengo un espacio propio que se llama La Escalera, donde doy clases de cerámica y trabajo mis piezas.
¿Cómo está conectada tu vida o tu obra con la Bahía?
Mi obra está muy conectada con la naturaleza, y la naturaleza de la Bahía de Cádiz es impresionante. Desde que llegué, empecé a hacer paseos de exploración, a absorber todo lo que me ofrecía el entorno. Y esa información, esa experiencia directa, la transformo en obra artística.
¿Qué significa este lugar para ti?
La Bahía de Cádiz, para mí, es creatividad y libertad. La gente de aquí es de las más imaginativas que he conocido, y es un lugar donde es fácil expresarse. Hay cercanía, los mensajes fluyen, se reciben bien. Me siento libre y conectada. A nivel artístico es un foco de inspiración enorme. No soy la única que se inspira en las salinas o en las marismas. Además de inspirarte, pasear por ahí te aporta bienestar. Es calidad de vida.
¿Los materiales que usas en tus obras también están conectados con la naturaleza?
Sí, trabajo con arcilla y con esmaltes y engobes que no son industriales. Son fórmulas propias, hechas con materias primas naturales: feldespato, cuarzo, minerales… También incorporo vidrio reciclado, muchas veces recogido en la playa. Me interesa dar una segunda vida a los materiales, que la obra también hable de cuidado y conciencia.
Uno de tus murales representa una marisma. ¿Cómo surgió esa obra?
Como casi todo lo que hago: paseando. Fue al poco de llegar que fuimos a San Fernando, a las salinas, simplemente a dar un paseo. Me fascinó ese paisaje. El paisaje, la luz, el sonido del barro al pisar… Ahí empezó todo. A partir de ahí empecé a ir con más intención: hice fotos, identifiqué flores, me descargué la lista de plantas de las salinas… Incluso conocí alumnos que eran propietarios de salinas, que me ofrecieron otra visión del lugar. Estuve dos años trabajando en esa obra, Salinas. Está completamente amasado a mano y nutrido de todas esas observaciones, paseos y conversaciones.
¿Crees que la Bahía también puede inspirar desde la educación?
Absolutamente. La salina, como paisaje antrópico, es un ejemplo claro. Es una creación humana en diálogo con la naturaleza. Desde el arte también transformamos, sobre todo desde lo emocional. Cuando la gente ve el mural y digo “esta es mi visión de las Salinas”, su respuesta suele ser: “¡Es verdad! Las Salinas son impresionantes”. El arte tiene esa capacidad de hacer visible, de revalorizar.
¿El hecho de que la Bahía sea un espacio protegido te ha afectado de alguna forma?
Para nada. Al contrario. Me parece necesaria esa protección. No la veo como una limitación, sino como una evidencia de que no hemos sabido cuidar el entorno. La limitación deberíamos tenerla nosotros, desde el respeto. A mí nunca me ha impedido nada. Más bien me ha permitido observar cosas que, sin esa protección, probablemente ya no existirían.
¿Has notado cambios en la Bahía desde que llegaste?
Sí. Sobre todo en la infraestructura de acceso. Hay más caminos, más pasarelas, más conexiones. Por ejemplo, cuando llegué no estaba el paso entre Chiclana y San Fernando por el Río Arillo. Ahora hay más posibilidades de acercarse al parque natural. Y eso es muy positivo.
¿Qué esperas para el futuro de la Bahía?
Espero que no vaya a peor, porque el cambio climático me asusta. Me gustaría que hubiera más conservación y, sobre todo, más conciencia ciudadana. En mi espacio, en las clases, siempre intento trabajar esa conexión con la naturaleza. Hablar con mis alumnos sobre nutrirnos de ella, pero también nutrirla a ella. Es necesario.
La obra de Inés no solo refleja el paisaje natural de la Bahía, sino también su compromiso con la conservación y la conexión humana con el entorno. En cada pieza hay una historia, un paseo, una planta observada con atención. Un recordatorio de que el arte, cuando nace del territorio, puede también transformarlo.
Esta entrevista forma parte del Proyecto Rostros de la Bahía de Cádiz, desarrollado en el marco del proyecto europeo MSP4BIO. Ha sido liderado por el equipo de la Universidad de Cádiz (Camila Pegorelli Gomes) y cuenta con la participación de la Universidade dos Açores (Débora Gutierrez) y la asociación Mujeres del Mar (María Maestro y Beatriz Gasalla López). Puedes ver el vídeo completo aquí:
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