Salina Santa Teresa: entrevista a Ángeles Chozas - Mujeres del Mar

Salina Santa Teresa: entrevista a Ángeles Chozas

Ángeles Chozas nos abre las puertas de Salina Santa Teresa, un proyecto familiar que ha transformado una antigua salina abandonada en Chiclana en un espacio vivo de naturaleza, gastronomía y sostenibilidad. Junto a su hermana Isabel y su padre, ha devuelto el pulso a este rincón de la Bahía de Cádiz, convirtiéndolo en un modelo inspirador de turismo responsable.

Las salinas tradicionales como Santa Teresa son ecosistemas de gran valor ecológico. Suelen formar parte de humedales costeros que albergan biodiversidad crucial, especialmente aves acuáticas. Esta salina está integrada en el Parque Natural Bahía de Cádiz, zona protegida y declarada ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves).

¡Hola Ángeles! cuéntanos quién eres y cómo llegaste a trabajar en este proyecto
Mi nombre es Ángeles Chozas y soy la directora comercial de Salina Santa Teresa. Este proyecto lo iniciamos mi hermana Isabel y yo. En principio iba a ser solo suyo, porque ella estudió Gastronomía y Artes Culinarias y quería abrir un restaurante en plena naturaleza. Yo me uní unos meses después para llevar la parte comercial, el marketing y las visitas escolares, ya que soy maestra de Educación Infantil y Primaria.

Háblanos un poco más de Salinas Santa Teresa
Salina Santa Teresa estuvo abandonada durante más de 30 años. Se convirtió en un vertedero y dejó de producir sal y de acoger aves. Hoy la hemos recuperado. Volvemos a producir sal artesanal entre junio y septiembre, que usamos para nuestro restaurante.

Además, aprovechamos el agua hipersalina para ofrecer una experiencia de talasoterapia: tenemos dos piscinas, una de magnesio y otra de fango, donde las personas pueden relajarse y mejorar su piel. Es un espacio terapéutico en plena naturaleza. Y todo esto, acompañado por el sonido de las aves. Es pura armonía.

¿Cómo está conectada vuestra vida con la Bahía de Cádiz?
Al 100%. Somos de Chiclana de toda la vida. Nos encanta nuestro entorno: nuestras playas, nuestros esteros, la Bahía… Aquí lo tenemos todo. No hace falta salir fuera para encontrar belleza. Poder tener nuestro proyecto aquí, en casa y rodeadas de naturaleza, es lo más gratificante que hemos hecho nunca.

¿Qué significa este lugar para ti, a nivel personal?
Para mí este proyecto es todo. Es mi día y mi noche. Ya no es solo trabajo: es una forma de vida. Cuando trabajas aquí, las horas pasan volando. Pasear por la salina, hablar con los visitantes, contarles el proyecto… Es algo que me llena por completo.

¿Qué valor crees que aporta la Bahía de Cádiz?
Para mí, la palabra es pureza. Poder respirar en un entorno así, trabajar al aire libre, dar un paseo antes de empezar la jornada… Es un privilegio. Agradezco muchísimo no estar entre cuatro paredes. Y este sitio no es solo bonito, es sanador.

¿Cómo vives el hecho de trabajar en un espacio protegido?
Tiene su parte complicada. El gran reto es la falta de concienciación social. Nosotros hacemos mucho esfuerzo en sensibilizar a los visitantes. Les explicamos qué es un parque natural, por qué hay normas, qué significa que estemos en una ZEPA.

Muchas personas lo desconocen y no respetan. Por ejemplo, soltar un perro en ciertas zonas puede provocar que una cría de ave no nazca. Tenemos carteles grandes avisando, pero aún así cuesta. Falta educación ambiental, y eso es algo que intentamos cubrir en cada visita.

¿Y las administraciones, ayudan o dificultan?
Es un proyecto medioambiental complejo, con muchas instituciones involucradas. Nos hemos encontrado algunas barreras burocráticas, pero ahora ya lo tenemos bastante encaminado. Lo que falta es más implicación colectiva: desde las instituciones hasta los ciudadanos.

¿Crees que vuestro trabajo influye en el turismo que llega a la zona? ¿Y al revés?
Totalmente. Nuestro proyecto potencia un turismo diferente: rural, sostenible, cultural, gastronómico. Es otra forma de visitar la Bahía. No es solo sol y playa: aquí hay mucho por descubrir. De hecho, nosotras no queremos que el turista venga solo a consumir. Aquí no hace falta gastar para disfrutar: puedes pasear, entrar al centro de interpretación, escanear códigos QR y empaparte de historia y naturaleza. Y si haces una visita guiada y comes en nuestro restaurante, te llevas tanto conocimiento como sabor. A veces salgo a hablar con visitantes aunque no hayan reservado, y siempre se van alucinados.

¿Has notado algún cambio en estos años?
En cuanto al turismo, sí: Chiclana está en auge. Cada vez hay más reservas, más visitantes. Antes ibas a un restaurante sin avisar; ahora necesitas reservar con días de antelación, también aquí. Se nota que Cádiz está en el mapa turístico, pero aún falta que se conozca más todo lo que ofrece el interior de la Bahía.

¿Qué esperas para el futuro de la Bahía?
Me gustaría que hubiera más campañas y actividades gratuitas promovidas por las administraciones, para que todas las personas —independientemente de sus recursos— puedan disfrutar de este entorno. Y que nunca se baje el nivel de protección y conservación. Tenemos un parque natural enorme, con muchísimo valor, y hay que seguir invirtiendo en su cuidado.

La pasión de Ángeles es contagiosa: habla de la salina como si hablara de un ser vivo al que cuidar y mostrar al mundo. Su labor diaria, a pie de campo, no solo pone en valor este ecosistema, sino que también educa y sensibiliza. Un ejemplo de cómo el compromiso personal puede activar el respeto colectivo hacia los espacios naturales.

Si tienes ocasión…¡no dejes de visitar Salina Santa Teresa y dejarte guiar por quienes han devuelto la vida a este rincón de la Bahía!

Esta entrevista forma parte del Proyecto Rostros de la Bahía de Cádiz, desarrollado en el marco del proyecto europeo MSP4BIO. Ha sido liderado por el equipo de la Universidad de Cádiz (Camila Pegorelli Gomes) y cuenta con la participación de la Universidade dos Açores (Débora Gutierrez) y Mujeres del Mar (María Maestro y Beatriz Gasalla López). Puedes ver el vídeo del proyecto aquí:

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